Como no he tenido la suerte de encontrar una perla en una ostra, no puedo comparar si el subidón que provoca al comensal es menor, superior o es igual que el que a un editor le produce recibir una maravilla de texto como Percibo ciudad. De las dos perlas, me quedo con la literaria.
Cuando uno tiene veinte años y escribe conciso, con ritmo, y se adentra en la maraña de temores reales del ciudadano común y los convierte en metafóricos monstruos, estamos a la sombra de Rimbaud, y cuando trabaje, pase una vida y llegue a viejo, estaremos al lado de cualquiera de los grandes autores rusos. Le auguro a este Martín Ibarrola un futuro esplendoroso.
En Percibo ciudad encontraremos aquellos individuos que en la acera observas de reojo, y en defensa propia, normalmente olvidas. Son monstruos que pueden ser un recurso literario, pero también un espejo deformado del que, como de la ciudad, hay que salir huyendo.
Ernesto Santolaya
Septiembre, 2015.